martes, 13 de octubre de 2015

Carlos II y su ultimo testamento. Es falso o verdadero


El Testamento Que Cambio La Historia de España podría ser una falsificación
Los últimos años del reinado de Carlos II estuvieron marcados por la cuestión sucesoria. A la locura que mermaba la capacidad intelectual del monarca, a las intrigas palaciegas de los diferentes sectores que luchaban con denuedo por colocar a sus candidatos en el trono español al no haber podido engendrar el monarca ningún heredero y la crisis económica que afectaba al país, se unía el interés de Luis XIV de imponer a los Borbones en el trono de España para recuperar aquellos territorios que había tenido que ceder en Cataluña, Flandes y Luxemburgo por el tratado de la paz de Ryswick, que había puesto fin a la tercera guerra franco-española. España había contado en esa guerra con el apoyo de la Liga de Ausburgo.
No era el rey francés el único que tenía interés en colocar a su candidato en el trono de Madrid. Los españoles habían elegido en 1696 al elector de Baviera, José Fernando, de cuatro años de edad, pero éste había fallecido sorpresivamente el 8 de febrero de 1699 en Bruselas, supuestamente envenenado, tras un relativo consenso y se planteó la cuestión entre escoger al archiduque Carlos, hijo del emperador Leopoldo y biznieto de Felipe III o a Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV y biznieto de Felipe IV.
Los partidarios del pretendiente austriaco eran los menos porque el sector mayoritario favorable a Felipe de Anjou consideraba que tener en el trono un rey de origen francés daría mayor estabilidad al reino y aseguraría no sólo la conservación de la monarquía sino también la integridad territorial de España con los nuevos territorios adquiridos. esta facción se impuso definitivamente y Caslos II, envejecido, manipulado, presionado e ido, sometido a todo tipo de macabros exortismos, estampó su firma el 3 de octubre de 1700, un mes antes de fallecer, en el que sería su testamento vital. Lo hizo muy debilitado ante el secretario del Despacho Universal, Antonio de Ubilla, en pesencia también el ministro Manuel Arias Mon, del cardenal Portocarrero y de la reina María-Ana de Neoburgo, que ante el desastre que se avecinaba procuró concertar un nuevo matrimonio antes de enviudar. Esta vez se propuso conseguir como esposo al delfin de Francia. Queria salir de España como fuera. Había nombrado Carlos el 11 de octubre de 1700 una Junta de Gobierno que llevase las riendas del país hasta que su sucesor fuese coronado rey. Integraba la Junta le reina, el cardenal Portocarrero, consejero de Estado de Carlos II, que en un primer momento se había posicionado a favor del elector de Baviera, los presidentes de los Consejos de Aragón, Castilla, Italia y Flandes, el conde de Frigiliana, en representación del Consejo de Estado, el conde de Benavente, que representaba a los grandes del reino y el inquisidor general, Baltasar de Mendoza.
Desde la firma del testamento Carlos II permaneció en la cama sufriendo terribles pesadillas en las que aparecían frailes, canónigos y cortesanos convertidos en demonios y brujas que salían de debajo de su real cama. Su anodina vida transcurría entra confesiones y comuniones, mientras su salud iba menguando poco a poco. La agonía del rey era interminable y las sanguijuelas a la que le sometían los galenos de palacio mermaban por horas su salud hasta el punto que casi no le quedaba ya sangre y uno de sus testículos había ennegrecido por completo.
Unos minutos antes de las tres de la tarde del 1 de noviembre Carlos II, llamado el Hechizado, que reinaba en España desde 1665, un hombre de corta inteligencia, degenerado y enfermizo, producto de los continuados matrimonios consanguíneos de la casa de Austria, moria en su palacio de Madrid extinguiendo así la rama española de los Austrias, que tanto esplendor había dado a la monarquía en tiempos pasados. Nadie lloró su muerte. Ni siquiera la reina viuda, que se aseguró una pensión de 400.000 ducados anualesy la posesión de una villa española en propiedad siempre que no fuese la capital del reino. tal era el desprecio que sentían hacia ella que nadie en la corte se digno a darle el pésame.
La junta de Gobierno convocó entonces a las máximas autoridades y a la representación diplomática en las estancias contiguas a la cámara real donde todavía permanecía el cuerpo del finado para dar lectura al testamento real. Fue durante la lectura de este documento cuando el embajador francés Blecourt escucharía el malicioso comentario que el Duque de Abrantes confiaba al embajador austriaco en Madrid: < Sire, es con el mayor placer y con la mayor satisfación que me despido de por vida de la ilustrísima Casa de Austria >.
La noticia de la muerte del rey llegó a simultaneamente a París y Viena el día 8 de noviembre. Mientras en la capital austriaca la expectativa de mantener la rama dinástica se torno en indignacion y furia, en Francia debieron esperar el regreso del rey a Versalles de donde había salido de caza acompañado de varias damas de la corte, entre ellas la condesa de Borgoña, con quein mantenía un apasionado romance.
Cuando el rey llegó a París, la mañana del día 9, se reunieron en la alcoba de madame de Maintenon, el consejo de gobierno del rey. Además del monarca, se encontraban susu hijos, el gran delfin, los duques de Berry, de Anjou y de Borgoña, y otros distingidos mienbros de la realeza y del gobierno. En aquella reunion el rey Sol tomó la mano de su nieto, el joven principe Felipe de Francia, hijo del Gran delfin Luis y de Maria Ana Victoria de Baviera, diciendo: < Señores, he aqui la persona del nuevo rey de España. Su nacimiento la ha permitido ceñir esta corona. El pueblo español asi lo ha decidido y me lo ha solicitado con anhelo. y yo se lo he concedido con placer, acatando así los designios de la providencia. Os emplazo a que seáis un buen español. Desde ahora es éste vuestro deber. pero no olvidéis que habéis nacido en Francia para que sepáis mantener la unión entre ambos reinos y con ella la felicidad y la paz de Europa>. 
El día 11 de noviembre el embajador español en la corte de Versalles, el marques de Castelldosrius, Manuel de Oms de Santa Pau, fue recibido en audencia por el rey Sol y por Felipe de Anjou en el palacio de Fontenaibleau. El diplomatico español se dirigió a Luis XIV en un discurso en castellano que el soberano francés comprendió a la perfección. No asi el recien nombrado rey de España que durante su largo gobierno careció de la sensibilidd para aprender el idioma del reino que le había tocado en suerte aunque al final de su vida parece que lo chapurreba con gran difilcultad. La leyenda cuenta que Castelldosrius escuchó del rey la famosa frase < Ya no hay Pirineos>, recogida por Voltaire en su obra Le siècle de Louis XIV, del que dirá que es < la más hermosa jamás pronunciada> por el monarca francés y que el escritor y filosofo había tomado prestada del Mercure de france, el folletin que actuaba de diario oficial de su tiempo. la frase no se pronincio jamás por que el rey se limitó a escuchar las palabras del marques español, que fueron estas: < He aqui un alegre día, Señor, pues pronto partiréis pa España en un feliz viaje, pues los Pirineos se han hundido en la tierra y no formamos mas que una nación >.  Como se puede observar la frase que se transcribió nada tuvo que ver con el original. Pero cuando dieciocho años más tarde Francia y España entraron de nuevo en guerra aquella inexistente frase del < Ya no hay Pirineos> volvió a cobrar actualidad siendo motivo de mofa. Hoy se emplea la cita para calificar aquellas obras de breve duración.
Pero es el momento de responder a la pregunta que encabeza este articulo. Aceptada por Francia la corona para Felipe de Anjou, después de que el cardenal Portocarrero hubiese remitido con urgencia una rogativa a Versalles en que parecía el mendigar un rey en lugar de hacer cumplir lo certificado en el texto de una herencia, el resto de las potencias europeas empezaron a inquietarse. Inglaterra y Holanda, a través de sus embajadores en París, recordaron a Luis XIV la obligación de cumplir los compromisos que había adquirido en el Segundo Tratado de partición firmado el 3 de marzo de 1700 en Londres entre Carlos III de Inglaterra y el rey Sol. El 12 de noviembre de 1700, Luis XIV hizo pública la aceptación de la herencia por medio de una carta cuyo destinatario era la reina viuda de España. la misiva se expresaba en estos términos: < Nuestro pensamiento se aplicará cada día a restablecer, por una paz inviolable, la monarquía de España al más alto grado de gloria que haya alcanzado jamás. Aceptamos en favor de nuestro nieto el duque de Anjou el testamento del difunto rey católico>. Este párrafo tranquilizó a los soberanos de Europa, a todos menos al emperador Leopoldo I que no pudo impedir que Felipe de Francia abandonara la corte de Versalles y entrara en Madrid el 18 de febrero de 1701. La firma de aquel testamento era para Leopoldo un ultraje y una falsificación. Y ese problema sucesorio iba a provocar la guerra de Sucesión. El soberano austriaco convocó a la dieta imperial en Ratisbona con la única finalidad de que se declarase la guerra a los Borbones. Sospechaba que el testamento de Carlos, debilitado desde el verano de 1700 y agónico prácticamente cuando firmó su testamento ante los miembros de la corte española, había sido falsificado. Los servicios del Estado habían comprobado las signaturas del rey español en diferentes misivas desde 1677 a 1700 y en todas ellas presentaba un trazo irregular, débil e inconstante. Sin embrago, el rey moribundo había estampado en el testamento una firma de trazo firme y decidido. Si es así, ¿Quién falsificó la firma de aquel testamento que provocó la guerra en Europa, el cambio dinastía en España, la ruina de las dos grandes potencias militares, políticas y economicas del momento ___ España y Francia__ y asentó las bases para el surgimiento de la Revolución Francesa de 1789 en el país vecino? De no haber habido cambio de rey, ¿Habría mantenido Francia una posición de hegemonía en Europa? ¿Y España, habría logrado mantener su unidad territorial o el imperio español se habría dividido entre las diversas potencias del concierto europeo? Y lo más importante para los españoles de hoy ¿Si no su hubiese falsificado el testamento, seria Juan Carlos I de Borbón rey legitimo de los españoles?
Pero la acusación de falsificación debía sustentarse en pruebas ¿ Cómo determinar que la firma de Carlos II es falsa y producto de una falsificación? Hoy, la respuesta es muy sencilla. por medio de un estudio grafológico.
En el año 2007 una notable grafóloga italiana, Marina Tonini, estudió la firma del rey fechada el 3 de octubre de 1670 y la comparo con la del testamento del monarca y llegó a la siguiente conclusión: < la comparación de la firma X, fechada el 3 de octubre de 1670, con la fechada en abril de 1700 no puede manos que plantear serios interrogantes sobre la autenticidad de la firma del testamento. Además, observamos que en la firma de abril de 1700 falta totalmente la <L> de <el> en <Yo el rey>. Ahora bien, dicho fenómeno concuerda plenamente con la motricidad  gráfica gravemente afectada que aparece en el texto A5. Así las cosas, es legítmo preguntarse si el sujeto estaba en condiciones de efectuar el gesto suave y suelto que aparece en la firma del testamento.
Por consiguiente, sobre la base de todas las observaciones llevadas a cabo, y habida cuenta de los límites que impone el hecho de haber manejado copias de los documentos originales, es legitimo informar que con gran probabilidad la firma del testamento no pertenece a la mano que trazó las firmas autógrafas>.
Sustentaba este estudio el profesor Faiello, otro destacado grafólogo transalpino, que realizó otro peritaje comparando la firma del testamento con algunos documentos originales firmados por el rey que se hallan en el Archivo del Estado de Nápoles, llegando a la conclusion de que < faltan totalmente los signos de la <escritura en cama>, que deberían ser frecuentes superposiciones, temblores, yuxtaposiciones, repasos y, en general, los signos de cansancio progresivo de la mano que escribe>. En su informe señala también que <en la comparación con la escritura autógrafas, se aprecia asimismo una evidente distorsión de la formación del <<enlace>> (espacio entre <<palo>>, línea descendente y <<perfil>>, [=sello] de firma y el elemento correspondiente en las otras escrituras comparadas. La amplitud de dicho enlace (estrecho) es ciertamente inferior a la de los enlaces, siempre constantes, de las firmas que Carlos estampó en los distintos momentos de su vida y a lo largo del avance de las complejas patologías que lo debilitaron hasta causarle la muerte. Además, en dicha rúbrica hay un ángulo de orientación distintos de los palos y los perfiles>>.
Por otra parte, el trazo en su conjunto aparece sustancialmente carente de corrimientos, retoques, borrones, abultamientos, vacilaciones y repasos. Tanto la partes finales de las letras como las iniciales están trazadas con fluidez de ejecución que seguramente se debe a un estado físico distinto de aquel en que se encontraba el soberano y a un ejercicio que hacía factible las mismas evoluciones morfológicas de las letras.
Por todo ello, con absoluta serenidad y conciencia concluyo que el sujeto que trazó la firma al pie de la escritura testamentario fechada el 3 de octubre de 1700 no presenta ninguna de las características seguramente autógraficas de Carlos II de Habsburgo. Y, por tanto la firma es apócrifa>.
Hoy resulta imposible determinar quién fue el que realizó la falsificación pero todas las sospechas apuntarían a los servicios secretos de Francia en connivencia con los defensores de la causa de Felipe de Borbón en la corte española. Pero lo único cierto es que esa firma manipulada modificó la historia de Europa, cambió el devenir de la monarquía española y dio inicio a la Guerra de Sucesión española, un conflicto armado que duró de 1701 a 1713 y que en Cataluña se mantuvo hasta 1714 y en Mallorca hasta 1715, causando no sólo grandes pérdidas humanas sino el empobrecimiento del país y su declive en el concierto europeo.  
  

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